El poder de los abrazos

Todo el mundo necesita el contacto físico. Sentirnos queridos y amados es algo que, inevitablemente, necesitamos sin ser conscientes de ello. Es por esto por lo que buscamos los abrazos de aquellas personas a las que tanto cariño tenemos. El abrazo es considerado como la principal demostración de afecto del ser humano.

Ya desde pequeños los abrazos tienen mucha importancia. Tanta que son muchos los estudios que afirman que sin contacto, muchos bebés no lograrían sobrevivir. Según los científicos el factor más importante en la creación del apego, es el contacto físico positivo, es decir, abrazar, besar, mecer, acurrucar… son actividades que causan respuestas neuroquímicas específicas en el cerebro, que llevan a la organización normal de los sistemas cerebrales responsables del apego.

El abrazo es una de las formas más naturales y espontáneas de demostrar afecto. Abrazar es un acto tan sencillo y que reporta tantas cosas buenas que no deberíamos pasar ni un sólo día sin dar o recibir un abrazo. Sólo hay que probarlo para ver la alegría y bienestar que nos produce.  Abrazar genera muchos beneficios positivos.

La segregación de la hormona oxitocina es uno de ellos. Al abrazarnos o acariciarnos nuestro cerebro segrega oxitocina, una hormona que nos produce alegría y felicidad. Aunque, a día de hoy, cuando hablamos de oxitocina, la mayoría de las personas, sobre todo las mujeres, la asociamos a la dilatación y el parto, pues es la que producimos de manera natural, o nos administran, para provocar las contracciones que ayudarán al bebé a nacer. Esta hormona desarrolla un papel muy importante también en nuestro estado anímico, ya que es la encargada de las muestras de afecto y cariño que profesamos a aquellos que nos rodean.

Esta hormona se produce en el hipotálamo y es liberada en nuestro organismo por medio de la neurohipófisis. La oxitocina regula nuestro sistema nervioso central; por ello es la encargada de las emociones que sentimos en distintos ámbitos de nuestra vida, como las relaciones sociales o personales, la vida sexual o el instinto de protección que desarrollamos hacia nuestros hijos.

Un abrazo hace que nuestro hipotálamo segregue oxitocina, y esta hace que experimentemos felicidad y plenitud. La producción de oxitocina influye en una mayor segregación de endorfina y de serotonina y en una menor de cortisol (hormona asociada al estrés y la ansiedad), lo que se traduce en sensación de alegría, calma y felicidad.

El abrazo también libera otras hormonas llamadas serotonina y dopamina, que tienen un efecto sedante, lo que produce una sensación de tranquilidad, bienestar y calma. Sensaciones que se prolongan mucho tiempo después de ser abrazados o de abrazar.

Incrementan la confianza y la seguridad.  Los abrazos nos hacen sentir apoyados, protegidos y confiados, lo cual genera una seguridad que favorece la comunicación tanto con personas cercanas como con el público en general. El abrazo es un excelente medio de comunicación que no necesita ser hablado ni expresado a través de las palabras.

Los abrazos elevan la autoestima. Las asociaciones de la autoestima y las sensaciones táctiles de nuestros primeros años todavía están incrustados en nuestro sistema nervioso como adultos. Los mimos que recibimos de nuestros padres durante su crecimiento siguen siendo impresa a nivel celular y los abrazos nos recuerdan eso a un nivel somático. Los abrazos, por lo tanto, nos conectan con nuestra propia habilidad para amar.

 «Un día alguien te va a abrazar tan fuerte que todas tus partes rotas se juntaran de nuevo»                     Alejandro Jodorowsky